13 de diciembre de 2011.
Esta fue la última vez que
escribí en este blog. Que redacté unas líneas. Desde entonces ha llovido mucho
y no sabría por dónde empezar… Sin duda ahora escribe un Cabrales
diferente.
Por ahora me apetece redactar unas humildes líneas sobre un gran
tema, una gran palabra.
Prometer.
”Obligarse a hacer, decir o dar
algo”.
Sin duda
se trata de una palabra con un trasfondo y una importancia mayor de la que a
simple vista puede parecer o suponer. Una palabra que en bocas ineptas puede
generar cierto recelo, daño o engaño. Si hacemos referencia a su definición
vemos una palabra que normalmente da miedo. Digamos que nos invade ese temor al
oírla. Obligarse. Es decir, cuando prometemos estamos obligados a cumplir pero…
¿obligados por quién? Por nadie. Es una simple cuestión de honor. De palabra. Y
esto amigos míos, es lo más valioso que puede tener una persona de cara a otra.
Su palabra. Una palabra fiel.
Prometer es una de esas
palabras que muchos suelen decir para hacer más creíble su relato, una
afirmación o un hecho venidero ante una posible desconfianza, bien sea por
algún acto fallido o simplemente por la inmensidad de esta.
Yo
la verdad que no soy de los que prometen. Y no es una cuestión de cobardía. Soy
de esos que dicen algo e intenta por todos los medios cumplir, siempre sin
prometer. Es verdad que antes prometía cuando estaba “seguro” de que podía
cumplir. Y a pesar de estar tan seguro, no cumplí. Para ser sincero, no es
fácil faltar a tú palabra y menos cuando ya no tienes vuelta atrás. No tienes
la oportunidad de cumplir. Y es que puede llegar lo que muchos llaman destino y
te ponen en medio de ti y de tu “te prometo” un día, por ejemplo, un 4 de
abril.
Desde entonces, no
prometo. Y la verdad es que “prometer y fallar es tan común como
jugar”.
Estés donde estés, te prometo que no prometeré.
Un saludo!!
Al menos esa última promesa puedes cumplirla, aunque prometas que no prometerás.
ResponderEliminarMuack.